martes, 14 de marzo de 2017

Tiempo de ver más allá...



Retomo de nuevo mi blog después de 16 meses en el que mi bebé, y poco más, ha sido el centro  total de mi atención. Como dice el libro de Eclesiastés:"todo tiene su tiempo."

En estos momentos de la vida, como es el de cuidar de un hijo de un año y pocos meses, uno tiene la tendencia a estancarse en un punto de cierto confort. Me explico: después de los primeros meses duros de recuperación del parto, la instauración de la lactancia, conseguir cierta estabilidad para dormir, etc. por fin ves un poco la luz, en el sentido de que ya te has organizado de nuevo la vida doméstica, consiguiendo por fin mantener de nuevo la casa más o menos limpia, tener los menús de la semana por la mano e incluso ya te puedes echar una siestecita. Más allá de estas metas, no existe casi nada más.

Para mí, estos 16 meses han sido largos, mis 41 años me han pesado, sobre todo físicamente, en la crianza de mi bebé hasta este momento. Hasta hace pocos días  me he hallado por fin felizmente estable, y puedo decir que había empezado a disfrutar de veras de mi  maternidad y de mi casita limpia y ordenada.

Pero la vida continúa...y de repente, llega el momento en el que es necesario avanzar en los otros propósitos de vida.

 Personalmente, llevo bastante mal las transiciones hacia los cambios. Dios me ha tenido que dar un empujoncito para mirar más allá de mi bebé y de los platos sucios por fregar. Ahí afuera hay un mundo  al que "salvar", quizá no al modo de la reina Ester, pero al leer esta  preciosa historia bíblica me he sentido un poquito como ella.

 Ester, una jovencita judía bien parecida, se encuentra de repente con una corona en la cabeza como reina oficial de uno de los hombres más poderosos de la tierra, el rey Asuero, rey del gran imperio persa.
Aislada del que hasta hace poco era su mundo, rodeada  solamente de doncellas y eunucos, lejos de su padre adoptivo, Mardoqueo (que en realidad era su primo) Ester ve pasar los días lentamente, entre vestidos de gasa y ungüentos perfumados, sin nada más que la esperanza de que su rey la llamara a su presencia.

Súbitamente, sus doncellas le traen un día el mensaje de que su padre se halla consternado con las ropas rasgadas, vestido en cilicio y ceniza. Sin duda algo muy malo había pasado ¿Quién habría muerto?¿Cuál era aquella desgracia que habría llevado a Mardoqueo a tomar aquel luto?

Cuando Ester se enteró de que el rey había firmado un edicto irrevocable por el cual todos sus hermanos judíos, incluyendo a mujeres y  niños, debían ser exterminados el día trece del mes de Adar, el mundo se le cayó a los pies.

No pienses que escaparás en la casa del rey más que cualquier otro judío... (Ester 4:13)

No creo que Ester se hubiera olvidado de sus orígenes, unos orígenes que Mardoqueo le había dicho anteriormente que no revelara (2:19,20), pero quizá pensó que si continuaba en silencio podría seguir manteniéndose segura, continuar con la vida fácil que llevaba.

Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos;más tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?(Ester 4:14)

Mardoqueo la pone en una encrucijada. Ester debía tomar la decisión de tomar acción en cuanto a este asunto: arriesgar su vida entrando al patio interior del rey, sin haber sido llamada, lo cual estaba penado con la muerte, e intentar persuadirle de la decisión que había tomado acerca de los judíos acogiéndose a su condición de reina o, por otro lado, callar y no decir nada. Pero la misión de Ester no era la de callar, sino la de interceder por su pueblo.

Ester  proclama un ayuno de tres días en Susa, entre todos los judíos, antes de entrar a ver al rey.

Y si perezco, que perezca (Ester 4:16)

Te invito a que sigas leyendo el libro de Ester en la Biblia y ver cómo termina la historia.

Compararme con la reina Ester es quizá algo presuntuoso por mi parte, pero es a través de su Palabra que Dios nos habla, y eso es lo que me ha pasado a mí.

Mi tendencia ahora mismo es quedarme en mi "palacete real", en silencio, pensando solamente en mi bebé y en mantener mi casa lo más reluciente posible.

El primer toque de atención por parte de Dios para mí es que debo levantar la vista más allá. Mi hija mayor a punto de independizarse, mi hijo mediano entrando en la pre adolescencia. Debo interceder delante de Dios por ellos y eso implica más tiempo de oración por sus vidas por un lado, y por otro, más tiempo de calidad con ellos, aprovechando cada momento en el que los tenga cerca.

El segundo toque de atención es que no debo esconderme. Sí, yo siempre he sido feliz en mi "cueva", en mi zona de seguridad personal, pero con la necesidad de expresarme hacia afuera al mismo tiempo, de ofrecer palabras de salvación al mundo, y como Ester, con el temor de ser señalada, juzgada, asesinada.

Después de muchos años he aprendido que es mejor obedecer a los mandatos de Dios. Como sierva he de cumplir con la misión que Él me ha encomendado, amar al prójimo como a mí misma, empezando por cuidar  de mi familia y extenderme más allá, mis vecinos, amigos cercanos  o los más lejanos, ¿y por qué no? a los que ni siquiera conozco, a los que me leen, quizá tú, querido internauta.

Así pues, como la reina Ester, decido no callar, y si perezco, que perezca.

















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